
Mi carne pálida y peregrina,
ha recorrido el vértigo
y las penurias,
ha llorado con fiebres
y sobresaltos,
y en el camino ha llevado
a mi alma prendida como
un cascabel.
Mi alma,
la que llegó con el grito
de un vientre,
yo la conservo enajenada
de amargura y desencanto,
escondida se asoma sutil
entre los versos y las prosas,
ella ha aprendido a amar
a pesar de la fatiga.
Por eso cuando yo muera,
he de volver intacta junto
al mar…
Hedda Ibarra. Colombia
Del libro Prosa de Caracola bajo la luz de mi velero.