Lo fue moldeando del polvo de los caminos, terminados en campos o cementerios.
Amasó cual pan para llevar al horno.
Vistió de ropaje negro y encendió sus pensamientos para que cubierto de cruel indiferencia personificára la novela de su vida.
¡Comprometido en el papel, dejó de ser el escritor para mutar en el personaje!
Despegándose de las sombras, otra sombra, miedo, pavor y toda la tristeza.
Arrogancia de vivencia.
Para ser el muerto insepulto.
El niño que nace y llora.
¡El maldito que ora!
Carlos Rodriguez.
Uruguay/México.