El mundo abre su párpado
y amanezco vibrante sobre el paisaje
como corola que guarda el fuego.
Trazo meridianos en torno
al atardecer ruidoso
con que la Tierra, gran esfinge,
me viste con su lápiz de arena,
que busca plasmarse
en la finitud de mi cuerpo.
Hoy es el día de los encuentros
profundos y fugaces, como ese beso
que por primera vez abrió tu boca,
como ese hormiguero que despertó
curiosos signos en tu corazón de niño.
He amanecido,
fuerza centrífuga alrededor de tus labios
y me doy cuenta que tus pasos
me llenaron de alas,
de abejones de mayo zumbando
en mis oídos.
Penetraste, grito de chicharra,
en mi horizonte,
como penetra un árbol
en el amor de la Tierra.
Y me doy cuenta,
que tú me hiciste explotar
como cosecha en invierno
y me creaste flor ferviente
en primavera,
para jamás olvidar tus ojos.
Isabel Cristina Arroyo Calvo.
Costa Rica.
Del libro Abecedario en la tormenta.