Cuando el primer rayo de sol
se posó en mi mano,
sentí que el amanecer me poseía,
como un amante lujurioso,
que fue recorriendo mi cuerpo
lentamente con luz y tibieza
y penetró en mis venas en olas,
que golpeaban las rompientes,
derribándolas como castillos de arena.
El tañer de las campanas
desgarró el silencio
y una brisa suave arreboló mi rostro.
Cuando al cerrar los ojos,
heridos por el sol,
el aroma penetrante del jazmín,
venció la última barrera de mi voluntad.
Y al primer sorbo de oloroso café caliente,
que atravesaba mi lengua y mi paladar
y bajaba ardiente por mi garganta,
me entregué al placer de los sentidos.
Ana Ulehla.
Argentina.
Simplemente hermoso me encantaria compartir tu escrito
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