La noche,
ese chorro de penumbra
difuminándose entre los rayos
del amanecer,
agonizante detiene su quejido
de arena sobre los techos,
donde florecieron enredaderas
como sombras de la tarde.
¿Soy yo esta noche
que apresura su paso de nostalgia
buscando laberintos?
¿Soy yo la sombra del árbol
que disuelve en su tronco de savias
humedecidas las palabras?
¿Dónde me encuentro en esta noche
que extiende su cáliz azuloso
sobre los rostros de penumbra,
donde se abrazan al palpitar de la vida
errantes peregrinos sin rumbo?
Las estatuas susurran en la noche
su dolor de vieja cal,
su cabellera antigua,
pasean su grito por la avenida
y duermen calladamente
bajo el brillo crepuscular.
Somos la mano que aprisiona
por un instante el trigo,
para entregarlo en un sacrificio de luz
a la vera del camino.
Y despierta el grito de la vida,
flor que en su fragilidad levanta su fuerza
y reafirma su libertad en la palabra…
Sobrevivir:
he ahí el ímpetu del ser humano,
voz que trasciende laberintos
y naufraga para luego amanecer
enredada con el alba.
Este poema forma parte del poemario Molinos de luz.
Isabel Cristina Arroyo.
Costa Rica.
HACIA EL ALBA CAMINAN TUS VERSOS. MUY BUENO
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Muchas gracias, pippobunorrotri. Me encanta que me haya leído y que le guste.
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