LA SOMBRA

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1) Escena del crimen
Como oficial de criminología del departamento forense provincial, he visto de todo, demasiado, y ya nada me sorprende. El ser humano puede mostrar ciertas aristas en determinados momentos que solo son compatibles con lo que uno ve en el cine acerca de posesiones demoníacas. Más allá de eso lo que presencié en esta escena del crimen, me hizo pensar en que todavía no había visto todo. No me sorprendió pero sí me intrigó y en gran manera.
El cuerpo óbito en posición fetal dejaba expuesto el orificio por donde ingresó la bala que acabó con su vida y la sangre todo en derredor le daba a la escena el acostumbrado tenor agobiante del lugar en que alguien fue despojado de su vida violentamente. El caso es que mientras los técnicos levantaban evidencias del lugar, algo me molestaba y le di vueltas al asunto hasta que me di cuenta. Sobre la pared más cercana al cuerpo de la víctima, una sombra parecía flotar sobre la misma, era la sombra de un hombre que bien podía ser el fallecido. Ordené fotografiar la misma y cotejándola con las fotografías del cuerpo de la víctima llegamos a la conclusión de que concordaban en talla y apariencia.
Al otro día con un equipo reducido de técnicos nos dirigimos a la finca en donde había sido perpetrado el homicidio y ahí estaba la sombra intacta, el piso de Parquet había sido limpiado y solo una mancha oscura sobre el mismo permanecía como testigo silencioso de la terrible e injusta apropiación de un alma que allí había sucedido. Comenzamos nuestras labores fotografiando la sombra o lo que eso fuera, para comparar posibles variaciones en la tonalidad o forma. Luego uno de los técnicos, raspó la capa de pintura superficial y al hacerlo comprobamos que la sombra seguía allí. Por último, con los elementos necesarios, removimos una sección de aproximadamente treinta centímetros cuadrados del revoque en la pared, parte sobre la sombra y parte fuera de ella. Solo con la poca credibilidad que nos daban nuestros propios ojos, comprobamos casi en estupefacción que a pesar de retirar la sección de revoque, la sombra permanecía allí.
Le pedí al equipo que se retirara y cuando lo hicieron, me senté a contemplar esa  figura que parecía esperar algo y yo hice lo mismo, esperaba una respuesta. Miles de cosas conjeturaba acerca de ese fenómeno, cuando uno de mis ayudantes me comunicó que la hija del fallecido deseaba entrar. Accedí ya que todos los trabajos de investigación habían concluido y me dispuse a recibirla. La delgada mujer en sus cuarenta lucía como quien espera recibir respuestas, las cuales mi departamento no estaba todavía en condiciones de ofrecer.
¬¬__ ¿Dónde sucedió? -Me preguntó ella con un tono de voz que tantas veces había escuchado.
Le señalé el manchón en el piso y hacia ese lugar fue con un andar tembloroso y dubitativo. El ruido de sus rodillas al dar con fuerza contra el Parquet, casi me hizo sentir el dolor que ella pareció no percibir. Ante su irrefrenable llanto, me acerqué y puse una mano sobre su hombro. Ella reaccionó como quien vuelve de algún lugar y se levantó intempestivamente. Tratando de encontrar sus ojos me sobresalté al no ver ya la sombra, miré a la mujer, quizás con más estupor que el que vi en ella al entrar a la casa y la miré como tratando de decirle lo que sucedió pero ella no sabía. Sin embargo ella me observó de una manera… me hizo saber con su mirada que sabía todo y que todo estaba bien. Extendió su mano y me saludó. Antes de soltar la mía se me acercó y me dijo algo perturbador al oído pero que de algún modo trajo descanso a mi atribulada alma.
La vi marcharse y no me animé a preguntar nada más. Cuando uno de los oficiales entró para ver qué hacíamos. Me di vuelta y le señalé la pared. La sombra ya no estaba. Supongo que su cara me reveló la que yo había tenido unos minutos atrás.
__ ¿Qué significa esto jefe? -me preguntó portando un pálido y desconocido rostro.
__ ¿Tiene hijos usted? -le pregunté sin quitar mis ojos de los suyos.
¬¬__ Sí, dos ¿Por qué? -me respondió mirándome de costado y bajando un poco la cabeza.
__ Ellos son su verdadero tesoro, ellos… son su verdadero tesoro ¿entiende? -Y le palmee dos o tres veces el hombro.
Esa tarde fui a casa, el trabajo podía esperar.

Joselo Marinozzi
Argentina


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