ADOLESCENCIA

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Era rubia y muy bonita, la conocí cuando era niña y yo adolescente, aunque lo sigo siendo en otro sentido. En realidad no me quiero enfocar en ella, era una persona común y lo siguió siendo. Me interesan los hechos, los momentos que se cristalizaron en mi memoria con el frío de la sorpresa que causaron en mí y vez tras vez enjugan mis más bajas pasiones. Reflexiono en lo precario de nuestra existencia sin hablar estrictamente del aspecto físico de esta precariedad. Pequeñas islas perdidas en este mar de pérdida de tiempo hacen que la vida tenga algún sentido. El recuerdo de ella, llamémosle “la ignota”, mi recuerdo, todavía mueve cosas, olas que mesen mi ser entre la inutilidad extrema y el fuego de vivir con intensidad.
Alguien dijo alguna vez, y realmente me importa un cuerno si alguien lo dijo o si alguna vez pero yo lo creo, lo presencié: El inicio sexual de una persona está siempre estrechamente relacionado con su entorno familiar o amistoso o ambos a la vez. Siempre hay excepciones a la regla pero la ignota nunca lo supo. Transitó las de la ley y furtivamente. Como también casi siempre ocurre, todo ocurre tras una puerta. Al abrirla puff, ahí está lo que no pensaste ver u oír, lo que no querías y fuiste obligado, lo que te da esa carta bajo la manga. El problema es que ya es tarde. La imagen o el sonido ya incursionaron en tu cabecita y es como tener ratones con tacos altos zapateando en ella, que no te dejan, te acompañarán hasta lo último. El cúmulo de esas imágenes sí o sí terminarán definiendo quien realmente sos vos, aunque el mundo vea otra realidad o te esfuerces por hacer eso.
Al abrir la puerta allí estaba la ignota haciendo algo indebido por lo menos a su edad con alguien también indebido por lo menos a su edad. Quisiera decir que la persona ante la cual reverenciaba la ignota no era del entorno, pero a ella no le gustaban las excepciones. ¿Qué hacer con esta información? Hubiese preferido no ver, no abrir esa puerta. Esto me llenaba de poder y debilidad al mismo tiempo, no había excepciones para mí esta vez, ya había sido envenenado y no hay antídoto para el poder. Ciego y colmado de ambiciones perfectamente ocultables tras el endeble biombo de la rectitud, casi cometo la locura de revelar la visión, de terminar con años por delante de pensamientos abyectos e infinidad de hipótesis en las cuales yo era el protagonista mientras sabía que eso estaba vedado en la más estricta de las realidades, mi realidad. Callé, preferí callar no como en un acto de altruismo supremo sino en la realidad del gusanito que ya venía comiendo mi cerebro hasta que deglutió de un bocado el freno a mis pasiones aviesas. Preferí la opción de la carta bajo la manga, el gol en tiempo suplementario, pero no era hora todavía de mostrar mi hambre de procacidad. Necesitaba otras cartas para no fallar, el riesgo era mucho, mucho para perder, no iba a haber segundas. Puertas tras puertas, situaciones escondidas, la sola contemplación de movimientos y una foto más, otra y otra. Solo faltaba una cosa, la ignota debía saber que yo sabía, esa era la carta ganadora.
Con todo eso en mano y la mente en luz verde otorgada por mí, la tuve frente a frente, serena y temblorosa, entregada, un pichón mojado, ella sabía que yo sabía y sabía lo que se venía. No sé si fue esa visión de niña o el verme en esa posición opresora sobre quien no podía defenderse pero no lo hice, dejé que la ignota con su belleza y niñez frenara mi sed de lujuria y sentí también el poder al perdonarle la vida. Con el tiempo ese hecho sí cambió mi vida, sigo pensando que hubiese sucedido si… pero me siento bien, hubiese sido un límite que quizás me hubiese llevado a traspasar otros. La ignota ya es una mujer grande y yo un poco más grande que ella. Cada tanto suelo verla y ninguno de los dos decimos nada. Yo la observo un rato más y estoy tranquilo, podría haber cambiado mi vida. La turbulencia de mis pensamientos no dejan casi espacio para las soleadas islas en las que cada tanto puedo descansar mi atormentada alma. La rubia, la niña, en ella puedo descansar.

Joselo Marinozzi.
Argentina.


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