A lo largo de mi espejo se avista un perro enfermo gozando de la vida.
En el patio de atrás, un gato fino queriéndose enfermar.
Y en medio de ese duelo de miradas prendo un cigarro de cáñamo
para simular sanidad.
El gato fino juguetea con monedas, queriéndome tentar,
buscando contagiarse.
Entonces ruedo por mi corredor,
pavoneando mis virus y termino desgajando la moralidad de mi espectador
al punto de perseguirme.
Pero el acoso incesante de sus ojos espanta la mía,
haciéndome salir huyendo a buscar de nuevo humos de paz, los cuales terminaron desplomando con violencia mi racionalidad.
Andrés Ruiz