Llevo más de una hora tratando de levantarme de la cama pero el terror no me deja. ¿Si duermo solo, por qué desde hace rato siento un brazo sobre mi hombro y un calor extraño abrazándome la espalda?
Tengo deseos de gritar, de llamar a alguien, de pronunciar aunque sea una palabra pero no puedo hacerlo, es como si una mano atenazara mi garganta. Y, ¿qué tal si pregunto quién es y quien no está a mi lado y no veo, me habla, me responde? ¿Qué hago entonces?
Cierro los ojos y finjo que me vuelvo a dormir. Al rato, escucho un prolongado suspiro y siento que la presencia se levanta y sale de la alcoba. Empiezo a oír el tintineo de una cuchara en una taza. Me arrodillo en el lecho temblando, envuelvo las cobijas en todo mi cuerpo dejando solo un pequeño espacio para respirar, hago acopio de todas mis fuerzas, la voz me vuelve y simplemente digo:
-Con dos de azúcar… por favor.
Microrrelato de Luis Armando Abril Del Río.
Publicado por Lisbeth Ibarra.