Las oscuras calles tomaban forma para decirme una vez más que estaba solo,  pero no era para menos, mis constantes errores y mi extraña personalidad hacían que me convirtiera en alguien extraño de bajos mundos, de esos tiernos pero a la vez muy raros.

Sin embargo, también amaba la soledad, el silencio, la música acompañada de esos toques místicos que daban muchas ganas de gritar, poguear, hasta de bailar (y eso que yo no bailo).

Estuve cansado muchas noches y no necesariamente de pensar en ella o de escribir, sin embargo siempre estuve esperando la llegada de alguien quien no hiciera muchas preguntas, y en las noches más oscuras me permitiera acariciar sus sueños.

Siempre he detestado este mundo y aunque no me gusta fumar esta noche lo haré…si lo haré, pero a la vez destrozaré con mis manos diez mil cajetillas diarias, por ser las culpables de tantas muertes en el mundo.

La amo porque ha sido la cuna de mis versos , de mis sueños, de mi fe, sin embargo, hoy ya estoy cansado, si… agotado de pensar en ella, de buscarla y de que los dioses me exigan que la olvide, ¿Por qué estas cosas tienen que pasarme?

Menos mal aún tengo mis amigos imaginarios con quien reír y con quien soñar, para poder describirle al mundo, que aún estoy vivo en este inmenso cuarto de paredes multicolores y sombras transparentes.

Y aquí estaré  feliz y triste bailando tangos con mi ausencia, describiendo universos en mi soledad, desnudando viejos sueños que solo en mi imaginación yo creo pudieran convertirse en realidad…

Por Felix Antonio Arias Lescano
Escritor
Lima-Perú