A veces nos preguntamos, de donde brota la inspiración para que un poeta escriba los maravillosos versos que cautivan a sus lectores. Muchos de ellos han pasado por experiencias que marcaron sus vidas, y algunos de sus poemas nacen a manera de desahogo y alivio a su dolor.
Un ejemplo es Lucila Godoy Alcayaga, quien mas tarde adoptaría el seudónimo de Gabriela Mistral, para demostrar su admiración por los poetas Gabriele D’Annunzio y Frederic Mistral. Mujer nacida en Vicuña, pequeña población del valle del Elqui en Chile, el 6 de abril de 1889, hija del maestro de escuela Juan Jerónimo Godoy y de la modista Petronila Alcayaga.
Abandonada por su padre a los tres años de edad, vive con su madre y medio hermana, Emelina Molina Alcayaga en una humilde casa rural, en donde a sus alrededores descubre la naturaleza con la que se identifica: Montañas, ríos, árboles, frutas, pájaros y flores de colores fantásticos, que de cierta manera cultivan su mundo poético.
Pero lo que realmente fueron tejiendo cada verso de su poesía, fueron las fatalidades.
Tenía tan solo 11 años cuando la injusta acusación de haber robado el material didáctico que le habían encargado, la hizo salir apedreada por sus compañeras de la escuela de niñas de Vicuña, de allí se retiró para ser educada por su hermanastra, quien supo orientar su formación pedagógica y alimentar con su ejemplo la vocación docente.
A los 15 años publicó sus primeros versos en la prensa local, y empezó a estudiar para maestra, colaboró en el periódico El Coquimbo de La Serena y en 1906 ya trabajaba como maestra en la escuelita de La Cantera.
Por este año se enamoró de un modesto empleado de ferrocarriles, Romelio Ureta, quien por causas desconocidas, se suicidó al poco tiempo. De la enorme impresión que le causó aquella pérdida, surgieron sus primeros versos importantes como poetisa y se dio a conocer en los Juegos Florales de Chile en 1914, con Los sonetos de la muerte, nacidos del dolor causado por el suicidio de su prometido.
LOS SONETOS DE LA MUERTE
I
Te acostaré en la tierra soleada con una
Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.
Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!
II
Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir…
Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente…
¡y después hablaremos por una eternidad!
Sólo entonces sabrás el por qué no madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir…
III
Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él…
Y yo dije al Señor: -«Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!
¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor»
Se detuvo la barca rosa de su vivir…
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!
Viajó habitualmente junto a su supuesto sobrino, al que adoptó como hijo, Juan Miguel Godoy, llamado Yin Yin por la escritora. La desgracia nuevamente golpeó a Gabriela en 1943, cuando Yin Yin falleció al suicidarse con arsénico a la edad de 18 años cuando se encontraban en Brasil.
Todos sus afectos maternales eran para Yin Yin, de quien se dijo siempre que era su sobrino. Pero ahora se ha revelado que aquel muchacho, era su hijo verdadero biológico, «El padre era un italiano que ella encontró una vez», reveló Doris Dana, la última secretaria. Según ella, la ganadora del Premio Nobel de Literatura de 1945, Lucila Godoy Alcayaga mantuvo en secreto su condición de madre soltera, porque temía la persecución de una sociedad tan conservadora como lo era la chilena de 1926.
Entre las principales obras de Gabriela están: Sonetos de la muerte, Desolación, Lectura para mujeres, Ternura, Nubes blancas y breve descripción de Chile, Tala, Antología, Lagar, Recados contando a Chile, Poema de Chile. Algunos de sus poemas: Piececitos de niño, Balada, Todas íbamos a ser reinas, el Ángel guardián, etc.
El 10 de diciembre de 1945 recibió el Premio Nobel de Literatura de manos del Rey Gustavo V en Suecia. Con este galardón se convirtió en el primer literato latinoamericano en recibir el Nobel. En la ceremonia de entrega del galardón se le llamó «Reina de la Literatura Latinoamericana».
En 1947 recibió el Doctorado Honoris Causa del Mills College of Oakland, California.
En 1951 obtuvo el Premio Nacional de Literatura, Chile.
Entre los muchos doctorados Honoris causa que ella recibió, destacan los de la Universidad de Guatemala, la Universidad de California (Los Ángeles) y la Universidad de Florencia (Italia), entre otros.
Afectada por el cáncer de páncreas, Gabriela Mistral falleció el 10 de enero de 1957 en el Hospital General de Hampstead, en Nueva York. Sus restos fueron llevados a Chile el 19 de enero y actualmente, yacen en el pueblo de Montegrande en la IV Región.
Por Lisbeth Ibarra
Periodista
Estados Unidos